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Pronóstico del pronóstico del tiempo
Para la noche, se espera que anuncien una baja en la sensación térmica y una ocasional advertencia de caída de granizo.
Hacia el jueves, altas probabilidades de que pronostiquen algunas lluvias y lloviznas con leves menciones sobre el viento éste.
Y para la tarde-noche se espera en los anuncios errores de sintaxis tenues, mejorando hacia el final del discurso.
Hermanos Bladimir recomienda meter todo en bolsas y apagar el televisor.
No-vedades
martes, 15 de diciembre de 2009
El Detective Bonus Track presenta: Embotellamiento Crucial [Sexta Parte]
En el capítulo anterior:
Bonus Track llegó a Londres para detener a una temible mafia rusa y salvar a una agente inocente (si no me creés leete Primera Parte, Segunda Parte, Tercera Parte, Cuarta Parte, Quinta Parte y después me contás). Él, Sherlock Holmes, Nicolás Repetto y Tucán Sin Alas deberán actuar rápidamente si no quieren que esta historia dure más allá de esta sexta parte. Todo depende de ellos.
Desperté mareado, con dolor en la cabeza, y más tarde se unieron dolores en los brazos y las piernas. Lo primero que vi fue Nicolás Repetto, amarrado a una silla y amordazado, y me supuse en la misma condición. Enfoqué mejor la vista y alcancé a ver a Sherlock Holmes en otra silla. Ambos parecían inconcientes. Más ahora, que se los veía peligrosamente atados. Me tomé unos segundos para relajarme e interpretar concientemente todo lo que había a mi alrededor.
Estábamos en una habitación cerrada. En un rincón descansaban mi mochila, mi arma y lo que reconocí como objetos personales de mis compañeros. En el rincón opuesto, un televisor apagado. Y ya que estamos, un frío sudor recorrió mi frente. Aquí bien cabe aclarar que el colmo de un herrero es tener un hijo tras las rejas. Sin más preámbulos, desperté con gritos suaves a mis dos compañeros.
- Nicolás, despertate.
- Mmm… no quiero ir a Sábado Bus, mamá. Son todos los programas iguales.
- ¡Nico, reaccioná!
- Uh… ¿dónde estamos?
- No sé… ¡Sherlock!
Cuando el detective inglés despertó, su cabeza comenzó a funcionar a toda prisa.
- A ver, pensemos – decía como para sí. – La luz que entra por la ventana es muy tímida, seguro que seguimos en Londres, y para mí que mañana graniza. Aparte de eso, debe haber viento leve del sector sur, mejorando hacia la tarde noche…
- Sherlock, enfoquémonos en salir de acá, ¿sí?
- Perdón. ¿Ven la sombra que produce el pie de esa lámpara sobre el piso y la pared? Si en verdad seguimos en Londres, esto indica que deben ser las siete y media aproximadamente. Lo cual significa que ahora mismo están pasando MacGyver por el canal 27. Eso sin duda nos servirá para escapar.
Con cierta dificultad, Repetto se movió con su silla unos centímetros, hasta alcanzar con su pie un polvoriento control remoto que reposaba en el piso. Hábilmente, logró encender el televisor.
- A ver –participó Sherlock-, estás en el canal 15, andá subiendo.
- Uh, esperá que están pasando repeticiones de Son de Fierro, esto sí que no me lo pierdo.
Ni bien llegó la pausa de Son de Fierro, Nicolás cedió a sintonizar MacGyver. Casualmente, el protagonista estaba atado en una habitación y conseguía escapar generando calor al frotar su calzado contra el piso. Pero cuando estábamos por intentarlo, una voz detrás de nosotros nos quitó las esperanzas.
- No se molesten, que no funciona.
Al voltear, vimos al mismísimo Richard Dean Anderson, también atado, y con sus zapatos completamente gastados en la suela. Sin tiempo a ningún otro chiste, se abrió la puerta, entraron dos robustos rusos y se llevaron al actor.
- ¡Les juro que no sé armar reactores nucleares, eran todos efectos especiales! – gritó al tiempo que los tres abandonaban la pieza y cerraban la puerta.
- Cuánto estrés… Che, Sherlock, ¿te quedó algún cigarrillo? – inquirió Nicolás, sacando con dificultad un encendedor de su bolsillo trasero.
- Sos un genio –grité-. Usá el encendedor para quemar las ataduras.
- Eh, sí… ¿Tenés un cigarrillo o no?
Pocos segundos después, los tres nos encontrábamos libres y listos para escapar. Tomamos nuestras pertenencias y salimos con cautela por la única puerta de la habitación. Llegamos a un pasillo, que tenía varias puertas nuevas. Nos separamos para asomarnos por las banderolas y chusmear las habitaciones.
- Acá no está la salida –susurró Nicolás. – Parece que están fajando a MacGyver. A que esta vez no se escapa, jaja.
- Miren esto, hay una maquinaria enorme acá –llamó Sherlock. – Ahí está la botella de Goliat, parece que quieren hacer cientos más. Miles de millones. ¡Millones de miles, por Dios!
- Hey –interrumpí- ¿esa no es la agente encubierta?
Los otros dos acudieron y entramos a la habitación en cuestión. La desatamos y le preguntamos por la salida. Ella nos mostró un plano hidráulico que había en la pieza, que nos guió para salir utilizando un caño de desagüe. Ya en la calle, paramos un taxi.
- Speed up, please. Hurry up!
- ¿Querés Seven Up, también? – ironizó el conductor, que resultó ser Tucán Sin Alas.
- Genial, veo que tienen todo planeado –festejó la agente.
- Eh… sí –contestó Tucán, quien todavía estaba resultando ser -. Por lo menos en cuanto al laburo. ¿A dónde vamos?
- Esperá –dije-. ¿Vos todavía tenés la botella de Goliat? ¿La tenés acá con vos?
- Sí, las calles de Londres están muy inseguras. Con decirte que ya me crucé a varios locos que transitan por la izquierda.
- Ja, no me digas que lo viste a Marx, a Fidel, a Nixon…
- Callate, Nico. ¡Entonces vamos a por los Rusos! Y apagá el relojito, que nadie te va a pagar.
Al poco tiempo ya teníamos un plan conciso. Mi brillante mente vinculó la bebida mortal con los planos hídricos del edificio, de modo que bastó con que Tucán Sin Alas y la mujer treparan a los techos, dieran con los tanques de aprovisionamiento acuífero y vaciaran allí todo el contenido letal de la botella. Ellos dos, Holmes, y yo esperamos algunas horas para luego ingresar.
El logro había sido notable. En la cocina descansaban los demacrados cadáveres de decenas de rusos. Nuestro éxito comenzaba a mostrarse.
- Bien, parece que finalmente acabamos con la poderosísima y temibilísima Mafia Rusa –concluyó Tucán Sin Alas.
- Esperá –advirtió la agente-, ¿en la Primera Parte de esta historia no habías dicho que la mafia era francesa?
- Ah, eso ya no tiene nada que ver conmigo. Eso lo tenés que hablar con el departamento de Redacción de Bladimir Producciones.
Sherlock Holmes se unió a nosotros con la recuperada última botella de Goliat lima-limón concentrada en sus brazos.
- De no ser por nosotros, estos rusos hubieran comenzado una terrible producción en serie.
- Claro, sí, no es joda.
Antes de que pudiera disfrutar mi propio chiste y regocijarme por él, asomó un grupo de rusos sobrevivientes que disparó hacia nosotros indiscriminadamente. Todos salimos corriendo hacia el taxi, donde nos esperaba, con el motor en marcha, Nicolás Repetto.
- ¡Uh, pintó bardo, suban que vamos!
- ¡Dale, arrancá!
- ¡Cómo pudo ser, deberían haber muerto todos!
- Qué idiotas fuimos, acá los planos señalan que en el cuarto piso hay un dispénser de agua frío-caliente a bidón, totalmente independiente de la red.
- Ja, los que hacen “bglouub”.
- Callate y manejá, que parece que nos siguen.
- Garrón, che, nos quedamos sin nafta.
- Y sin balas –acotó Tucán.
- Y sin lectores, la mayoría abandonó poco después de lo de MacGyver.
- ¿Pueden concentrarse? Creo que estoy herido –gruñó Sherlock. – Hagan una cosa, bájense del auto y sigan sin mí. Yo voy a tratar de detenerlos con la poca nafta y la poca salud que me quedan. Tienen que seguir derecho por esta calle. Aghh. Van a ver una plaza. Ahí nomás a la izquierda ahgg… a la izquierda está la estación de subte Plaza de Los Virreyes, que los va a llevar a casa. Apúrense, no tienen mucho tiempo.
- Quién hubiera dicho que Plaza de Los Virreyes no era un invento de los mapas…
Los cuatro bajamos y comenzamos a correr. Pudimos observar cómo Sherlock Holmes tomaba el volante, lo pasaba a gas, doblaba a su derecha y desaparecía de nuestra vista, dejando a los rusos detrás de nosotros.
- ¡Por eso lo dejé! – gritó un deslucido y linyera Watson, un poco venido abajo, cartón de Little Grape en mano. - ¡Siempre hace lo mismo, pasa que claro, Conan Doyle ésta no te la cuenta! ¡Alto garca sos, Sherlock! - Mientras su mano nos intentaba extender el vino y su brazo se negaba, se ahogó en suspiros que combinaban risa y llanto.
- Ah, parece que el chiste que rige esta historia es que los famosos estén siempre en la mala… -observé.
No quedó más que correr a toda prisa, aprovechando un oportuno “cambio de onda verde”, hasta dar con la plaza.
- ¡Miren, ahí está la estación, vamos! –jadeó Tucán.
- ¡Esperenmé un minuto! –jodió Nicolás. – Ahí hay una de esas cabinas de teléfono como las de la propaganda. Tengo que sacarme una foto con eso.
- Eh… mejor a la vuelta, ¿sí?
Saltamos los molinetes y llegamos a los andenes. Allí había, estacionada y con sus puertas abiertas, una formación.
- Nicolás, ¿podrás conducir esto?
- Trabajé durante algún tiempo de maquinista con los subtes de la línea C. Durante veinte años si mal no recuerdo. Pero es otra cosa, son otros vagones, otros motores... la palanca de éste es un poco más alta, y tiene una pequeña bola en la punta, no creo que pueda lograrlo.
- Me temo que no hay otra alternativa –dijo Tucán Sin Alas, blandiendo ahora su nociva botella. - ¡¡Afuera todo el mundo, salgan todos de este tren!!
Repetto tomó posición en la cabina. Se lo veía extremadamente nervioso. Miraba los cinco botones, la palanca, y se tomaba la cabeza con sus manos. Luego repetía la acción.
- ¡Rápido, ahí vienen!
- ¡Cerrá las puertas, Nico!
- Sí, creo que ya lo tengo. Uh, no, es el sapito.
- Dale, los tenemos encima.
- Ya está… qué boludo, el sapito otra vez. Esto es muy complicado, no voy a lograrlo.
- Córranse de la puerta – tercié. – Tengo unos explosivos en la mochila, tirá unas gotas de Goliat en la mecha y con eso los retengo un rato.
- Con cuidado.
- ¡Al piso todos!
La explosión detuvo a algunos rusos, pero otros siguieron avanzando hacia nosotros. Dos hombres ya estaban por entrar al tercer vagón, quizás siempre el más codiciado, cuando Repetto hizo sonar la alarma de las puertas, intimidándolos a no ingresar a la formación. Durante dos minutos sonó la alarma, hasta que nuestro conductor dio con el cierre de puertas, y luego logró ponerlo en marcha.
- ¡Sí, lo estoy haciendo! ¡Grandioso! ¡¡Esto es sin duda lo más complejo que he conducido en toda mi vida!!
El ruido ensordecedor del subte lidiando con las vías obligó a los rusos a taparse los oídos, cesando así el fuego. La velocidad fue subiendo, y pronto habíamos abandonado por completo la estación. Estábamos a salvo.
- Che, ¿y la botella? Todavía queda una botella, ¿no?
- El subte es el mejor destino para ella –reflexionó sabiamente Tucán Sin Alas.- Así es, la esconderemos en la caja del motor. Total, pasarán siglos hasta que Mantenimiento de Metrovías revise el funcionamiento de alguno de los trenes de la línea E.
Nicolás conducía desde la cabina, se lo veía contento. Hablaba por celular con mucha alegría, al parecer Canal 13 finalmente volvía a ofrecerle un trabajo para el verano. Tucán Sin Alas, hablaba entretenidamente con su compañera de operación. Ambos estaban relajados, con el gran alivio de haber terminado algo que parecía interminable.
Yo también estaba contento, y muy pensativo. Nuestra hazaña había sido magnífica, y estaba claro que el mundo debía conocerla. Tomé una pluma y unas hojas y me puse a pensar en cómo todo había comenzado. Y entonces empezaron a brotar de la pluma, una por una, las primeras palabras de lo que sin duda sería un sensacional texto:
"Martes, 23 de diciembre. 8:30 p.m.. Día lluvioso. Bajón de salchichas con mostaza en mi apartamento. El teléfono suena."
Fin
Bonus Track llegó a Londres para detener a una temible mafia rusa y salvar a una agente inocente (si no me creés leete Primera Parte, Segunda Parte, Tercera Parte, Cuarta Parte, Quinta Parte y después me contás). Él, Sherlock Holmes, Nicolás Repetto y Tucán Sin Alas deberán actuar rápidamente si no quieren que esta historia dure más allá de esta sexta parte. Todo depende de ellos.
Desperté mareado, con dolor en la cabeza, y más tarde se unieron dolores en los brazos y las piernas. Lo primero que vi fue Nicolás Repetto, amarrado a una silla y amordazado, y me supuse en la misma condición. Enfoqué mejor la vista y alcancé a ver a Sherlock Holmes en otra silla. Ambos parecían inconcientes. Más ahora, que se los veía peligrosamente atados. Me tomé unos segundos para relajarme e interpretar concientemente todo lo que había a mi alrededor.
Estábamos en una habitación cerrada. En un rincón descansaban mi mochila, mi arma y lo que reconocí como objetos personales de mis compañeros. En el rincón opuesto, un televisor apagado. Y ya que estamos, un frío sudor recorrió mi frente. Aquí bien cabe aclarar que el colmo de un herrero es tener un hijo tras las rejas. Sin más preámbulos, desperté con gritos suaves a mis dos compañeros.
- Nicolás, despertate.
- Mmm… no quiero ir a Sábado Bus, mamá. Son todos los programas iguales.
- ¡Nico, reaccioná!
- Uh… ¿dónde estamos?
- No sé… ¡Sherlock!
Cuando el detective inglés despertó, su cabeza comenzó a funcionar a toda prisa.
- A ver, pensemos – decía como para sí. – La luz que entra por la ventana es muy tímida, seguro que seguimos en Londres, y para mí que mañana graniza. Aparte de eso, debe haber viento leve del sector sur, mejorando hacia la tarde noche…
- Sherlock, enfoquémonos en salir de acá, ¿sí?
- Perdón. ¿Ven la sombra que produce el pie de esa lámpara sobre el piso y la pared? Si en verdad seguimos en Londres, esto indica que deben ser las siete y media aproximadamente. Lo cual significa que ahora mismo están pasando MacGyver por el canal 27. Eso sin duda nos servirá para escapar.
Con cierta dificultad, Repetto se movió con su silla unos centímetros, hasta alcanzar con su pie un polvoriento control remoto que reposaba en el piso. Hábilmente, logró encender el televisor.
- A ver –participó Sherlock-, estás en el canal 15, andá subiendo.
- Uh, esperá que están pasando repeticiones de Son de Fierro, esto sí que no me lo pierdo.
Ni bien llegó la pausa de Son de Fierro, Nicolás cedió a sintonizar MacGyver. Casualmente, el protagonista estaba atado en una habitación y conseguía escapar generando calor al frotar su calzado contra el piso. Pero cuando estábamos por intentarlo, una voz detrás de nosotros nos quitó las esperanzas.
- No se molesten, que no funciona.
Al voltear, vimos al mismísimo Richard Dean Anderson, también atado, y con sus zapatos completamente gastados en la suela. Sin tiempo a ningún otro chiste, se abrió la puerta, entraron dos robustos rusos y se llevaron al actor.
- ¡Les juro que no sé armar reactores nucleares, eran todos efectos especiales! – gritó al tiempo que los tres abandonaban la pieza y cerraban la puerta.
- Cuánto estrés… Che, Sherlock, ¿te quedó algún cigarrillo? – inquirió Nicolás, sacando con dificultad un encendedor de su bolsillo trasero.
- Sos un genio –grité-. Usá el encendedor para quemar las ataduras.
- Eh, sí… ¿Tenés un cigarrillo o no?
Pocos segundos después, los tres nos encontrábamos libres y listos para escapar. Tomamos nuestras pertenencias y salimos con cautela por la única puerta de la habitación. Llegamos a un pasillo, que tenía varias puertas nuevas. Nos separamos para asomarnos por las banderolas y chusmear las habitaciones.
- Acá no está la salida –susurró Nicolás. – Parece que están fajando a MacGyver. A que esta vez no se escapa, jaja.
- Miren esto, hay una maquinaria enorme acá –llamó Sherlock. – Ahí está la botella de Goliat, parece que quieren hacer cientos más. Miles de millones. ¡Millones de miles, por Dios!
- Hey –interrumpí- ¿esa no es la agente encubierta?
Los otros dos acudieron y entramos a la habitación en cuestión. La desatamos y le preguntamos por la salida. Ella nos mostró un plano hidráulico que había en la pieza, que nos guió para salir utilizando un caño de desagüe. Ya en la calle, paramos un taxi.
- Speed up, please. Hurry up!
- ¿Querés Seven Up, también? – ironizó el conductor, que resultó ser Tucán Sin Alas.
- Genial, veo que tienen todo planeado –festejó la agente.
- Eh… sí –contestó Tucán, quien todavía estaba resultando ser -. Por lo menos en cuanto al laburo. ¿A dónde vamos?
- Esperá –dije-. ¿Vos todavía tenés la botella de Goliat? ¿La tenés acá con vos?
- Sí, las calles de Londres están muy inseguras. Con decirte que ya me crucé a varios locos que transitan por la izquierda.
- Ja, no me digas que lo viste a Marx, a Fidel, a Nixon…
- Callate, Nico. ¡Entonces vamos a por los Rusos! Y apagá el relojito, que nadie te va a pagar.
Al poco tiempo ya teníamos un plan conciso. Mi brillante mente vinculó la bebida mortal con los planos hídricos del edificio, de modo que bastó con que Tucán Sin Alas y la mujer treparan a los techos, dieran con los tanques de aprovisionamiento acuífero y vaciaran allí todo el contenido letal de la botella. Ellos dos, Holmes, y yo esperamos algunas horas para luego ingresar.
El logro había sido notable. En la cocina descansaban los demacrados cadáveres de decenas de rusos. Nuestro éxito comenzaba a mostrarse.
- Bien, parece que finalmente acabamos con la poderosísima y temibilísima Mafia Rusa –concluyó Tucán Sin Alas.
- Esperá –advirtió la agente-, ¿en la Primera Parte de esta historia no habías dicho que la mafia era francesa?
- Ah, eso ya no tiene nada que ver conmigo. Eso lo tenés que hablar con el departamento de Redacción de Bladimir Producciones.
Sherlock Holmes se unió a nosotros con la recuperada última botella de Goliat lima-limón concentrada en sus brazos.
- De no ser por nosotros, estos rusos hubieran comenzado una terrible producción en serie.
- Claro, sí, no es joda.
Antes de que pudiera disfrutar mi propio chiste y regocijarme por él, asomó un grupo de rusos sobrevivientes que disparó hacia nosotros indiscriminadamente. Todos salimos corriendo hacia el taxi, donde nos esperaba, con el motor en marcha, Nicolás Repetto.
- ¡Uh, pintó bardo, suban que vamos!
- ¡Dale, arrancá!
- ¡Cómo pudo ser, deberían haber muerto todos!
- Qué idiotas fuimos, acá los planos señalan que en el cuarto piso hay un dispénser de agua frío-caliente a bidón, totalmente independiente de la red.
- Ja, los que hacen “bglouub”.
- Callate y manejá, que parece que nos siguen.
- Garrón, che, nos quedamos sin nafta.
- Y sin balas –acotó Tucán.
- Y sin lectores, la mayoría abandonó poco después de lo de MacGyver.
- ¿Pueden concentrarse? Creo que estoy herido –gruñó Sherlock. – Hagan una cosa, bájense del auto y sigan sin mí. Yo voy a tratar de detenerlos con la poca nafta y la poca salud que me quedan. Tienen que seguir derecho por esta calle. Aghh. Van a ver una plaza. Ahí nomás a la izquierda ahgg… a la izquierda está la estación de subte Plaza de Los Virreyes, que los va a llevar a casa. Apúrense, no tienen mucho tiempo.
- Quién hubiera dicho que Plaza de Los Virreyes no era un invento de los mapas…
Los cuatro bajamos y comenzamos a correr. Pudimos observar cómo Sherlock Holmes tomaba el volante, lo pasaba a gas, doblaba a su derecha y desaparecía de nuestra vista, dejando a los rusos detrás de nosotros.
- ¡Por eso lo dejé! – gritó un deslucido y linyera Watson, un poco venido abajo, cartón de Little Grape en mano. - ¡Siempre hace lo mismo, pasa que claro, Conan Doyle ésta no te la cuenta! ¡Alto garca sos, Sherlock! - Mientras su mano nos intentaba extender el vino y su brazo se negaba, se ahogó en suspiros que combinaban risa y llanto.
- Ah, parece que el chiste que rige esta historia es que los famosos estén siempre en la mala… -observé.
No quedó más que correr a toda prisa, aprovechando un oportuno “cambio de onda verde”, hasta dar con la plaza.
- ¡Miren, ahí está la estación, vamos! –jadeó Tucán.
- ¡Esperenmé un minuto! –jodió Nicolás. – Ahí hay una de esas cabinas de teléfono como las de la propaganda. Tengo que sacarme una foto con eso.
- Eh… mejor a la vuelta, ¿sí?
Saltamos los molinetes y llegamos a los andenes. Allí había, estacionada y con sus puertas abiertas, una formación.
- Nicolás, ¿podrás conducir esto?
- Trabajé durante algún tiempo de maquinista con los subtes de la línea C. Durante veinte años si mal no recuerdo. Pero es otra cosa, son otros vagones, otros motores... la palanca de éste es un poco más alta, y tiene una pequeña bola en la punta, no creo que pueda lograrlo.
- Me temo que no hay otra alternativa –dijo Tucán Sin Alas, blandiendo ahora su nociva botella. - ¡¡Afuera todo el mundo, salgan todos de este tren!!
Repetto tomó posición en la cabina. Se lo veía extremadamente nervioso. Miraba los cinco botones, la palanca, y se tomaba la cabeza con sus manos. Luego repetía la acción.
- ¡Rápido, ahí vienen!
- ¡Cerrá las puertas, Nico!
- Sí, creo que ya lo tengo. Uh, no, es el sapito.
- Dale, los tenemos encima.
- Ya está… qué boludo, el sapito otra vez. Esto es muy complicado, no voy a lograrlo.
- Córranse de la puerta – tercié. – Tengo unos explosivos en la mochila, tirá unas gotas de Goliat en la mecha y con eso los retengo un rato.
- Con cuidado.
- ¡Al piso todos!
La explosión detuvo a algunos rusos, pero otros siguieron avanzando hacia nosotros. Dos hombres ya estaban por entrar al tercer vagón, quizás siempre el más codiciado, cuando Repetto hizo sonar la alarma de las puertas, intimidándolos a no ingresar a la formación. Durante dos minutos sonó la alarma, hasta que nuestro conductor dio con el cierre de puertas, y luego logró ponerlo en marcha.
- ¡Sí, lo estoy haciendo! ¡Grandioso! ¡¡Esto es sin duda lo más complejo que he conducido en toda mi vida!!
El ruido ensordecedor del subte lidiando con las vías obligó a los rusos a taparse los oídos, cesando así el fuego. La velocidad fue subiendo, y pronto habíamos abandonado por completo la estación. Estábamos a salvo.
- Che, ¿y la botella? Todavía queda una botella, ¿no?
- El subte es el mejor destino para ella –reflexionó sabiamente Tucán Sin Alas.- Así es, la esconderemos en la caja del motor. Total, pasarán siglos hasta que Mantenimiento de Metrovías revise el funcionamiento de alguno de los trenes de la línea E.
Nicolás conducía desde la cabina, se lo veía contento. Hablaba por celular con mucha alegría, al parecer Canal 13 finalmente volvía a ofrecerle un trabajo para el verano. Tucán Sin Alas, hablaba entretenidamente con su compañera de operación. Ambos estaban relajados, con el gran alivio de haber terminado algo que parecía interminable.
Yo también estaba contento, y muy pensativo. Nuestra hazaña había sido magnífica, y estaba claro que el mundo debía conocerla. Tomé una pluma y unas hojas y me puse a pensar en cómo todo había comenzado. Y entonces empezaron a brotar de la pluma, una por una, las primeras palabras de lo que sin duda sería un sensacional texto:
"Martes, 23 de diciembre. 8:30 p.m.. Día lluvioso. Bajón de salchichas con mostaza en mi apartamento. El teléfono suena."
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¿Insatisfecho? ¿Hay acaso algo en tu ser que te pide más notas para estimular tu humor/intelecto? ¿No? ¿Seguro? Bueno, en caso contrario, Bladimir Producciones le sugiere leer más entradas, haciendo click con el botón primario del ratón en algún año de su agrado del "archivo del blog", en la columna de la izquierda. O si no, regrese a su aburrida rutina cotidiana de la vida real, ¡insulso peón oficinista!
Si estás en desacuerdo con la elección de La Nota Más Bizarra Del Blog, y creés que es otro el artículo que debe ocupar su lugar, comentalo en la publicación más reciente. Y evitá así pasar el resto de tu vida con la conciencia impura, sabiendo que faltaste a tu deber de lector. Un mundo mejor está en tus manos.
4 comentarios:
Jajajaj bravo!!! Buenismo... Me encanto el final :D:D, ahora si puedo dormir mas tranquila. Que pasó con sherlock que entrego su vida para combatir a los rusos y salvar a sus amigos!??!! (jaja muy graciosas las onomatopellas de queja "ahgg" de sherlock :P)
Espero mas entradas!
Un saludo!
Buena onda que te haya gustado!
Sos la primera persona que da muestra de haber leído toda la historia, de modo que por el momento tenemos un 100% de aprobación por parte de los lectores.
Un fuerte saludo!!
Sublime lo de Marx, Fidel y Nixon.
Muy buen final, un abrazo!
Ah, espero más entradas y espero nuevos Bonus Tracks!!
Los habrá, habrá nuevos Bonus Tracks, pero no le sigamos subiendo el autoestima que va a querer cobrar más por sus historias. Y sería una pena tener que despedirlo por algo tan insignificante como es el dinero.
Creo que saludos!!
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